Pensar, pensar, pensar... Mi camino hacia la maternidad (con un trasplante de riñón) Parte V

Tengo la sensación de que en los últimos años no he hecho otra cosa más que pensar, pensar y pensar. O quizás sería más acertado decir dudar, dudar y dudar. Si la balanza se inclinase claramente a un lado u otro, pero realmente se mantiene en un equilibrio inestable que oscila entre pros y contras en función de lo que lea o a quién escuche. Por eso me está resultando tan tremendamente difícil tomar una decisión.


(Continuación de la Parte IV)

Llevo una semana que no me despego de internet, he vuelto a releer todo lo que he encontrado sobre embarazo y trasplante renal y sobre prematuros y, afortunadamente, las cosas son más optimistas de lo que la tocóloga (quizás curándose en salud) me las pintó  en nuestra primera cita.

Los últimos días han sido muy estresantes. Ojalá lograra hacer lo que me dice mi marido, olvidarme de todo hasta que tengamos los resultados de las pruebas que me mandó la doctora. Hasta entonces no tiene sentido tratar de decidir nada. Intento hacerle caso y trato de dormir, pero no lo consigo. Ahora ya no veo bebés felices que me sonríen, imagino niños  que padecen graves enfermedades, recién nacidos enchufados a cables y aparatos que les ayudan a respirar y alimentarse. Me pregunto si mi hijo podrá perdonarme las posibles secuelas que le cause su nacimiento prematuro. Y si yo podré perdonarme o me sentiré responsable de todos sus males.

A veces me gustaría no ser tan concienzuda, no razonarlo todo tanto. Siempre intento que la lógica se imponga, pero en ocasiones es tan difícil saber lo que es lógico. Razonable no es forzosamente lo que va en contra del corazón. Cuando me digo que quiero tener ese niño, me pregunto si estoy siendo egoísta y cuando decido no tenerlo, pienso que tal vez esté destruyendo un hermoso sueño por unos miedos exagerados, casi patológicos. Creo que uno debe informarse al máximo para tomar una decisión tan seria como esta, lo malo de leer mucho es no saber cómo asimilar o interpretar tanta información.

Me digo a mí misma que mi caso no es el único en el que se corre el riesgo de tener bebés prematuros. Los métodos de fecundación artificial han aumentado la proporción de embarazos múltiples y esto ha hecho que crezcan los partos prematuros, sin embargo todo el mundo entiende que estos métodos son positivos y ayudan a las parejas que tienen problemas. Pero ese pensamiento tampoco me ayuda demasiado.

He tomado una especie de criterio para decidir, pero cambio tantas veces de opinión que no sé lo que pensaré mañana. He apoyado mi decisión en dos factores: por un lado que las pruebas del preconcepcional salgan a favor (como es lógico) y, por otro lado, la media de prematuridad de los bebés de mujeres trasplantadas de riñón. Si la media es de 30 semanas o más la posibilidad de que padezca secuelas graves es muy baja, pero a partir de esa fecha, cada semana menos de gestación supone un incremento importante del riesgo. Aunque hoy en día se salvan bebés de 24 semanas y a penas 500 gramos de peso, el coste suele ser demasiado alto para sus posteriores vidas. Lo malo es que no sé si conseguiré obtener este dato; he escrito a la sociedad española de nefrología preguntándolo pero aún no he tenido respuesta. Nadie parece conocer estadísticas a este respecto.

(seguir leyendo Parte VI)
  

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