Este artículo ha circulado durante años por muchas páginas de internet, no solo de España, sino también de Latinoamérica y de Estados Unidos. Estuvo en webs oficiales y de colegios, incluso alguien se tomó el esfuerzo de traducirlo al portugués. Han pasado 12 años desde que lo escribí y, poco a poco, ha ido despareciendo, pero su temática es intemporal, así que qué mejor sitio para conservarlo que en mi propio blog. Os dejo con él.
Justicia, igualdad, tolerancia... Son términos que cada día se
escuchan más en las escuelas. La "Educación en Valores" ya está
presente en el curriculum escolar, pero eso no es suficiente. Quedarnos en el
nivel teórico no sirve de nada. Y, en la práctica, a menudo olvidamos que
palabras tan grandilocuentes como "Empatía" o "Respeto" se
traducen en premisas tan sencillas como "no tirar papeles al suelo",
"ceder el asiento a quién más lo necesite" o "abrir la puerta a
quién va cargado"
Que la "Educación en Valores" haya alcanzado las escuelas es
un paso que realmente debemos celebrar: Saber ser persona es más importante que
saber resolver integrales o en qué año empezó la Revolución Francesa. Sin
embargo, mientras que la instrucción y formación intelectual es un objetivo a
conseguir primordialmente a través de la escuela, la educación y desarrollo
personal lo es a través de la familia.
Nunca debemos olvidar que el hogar es el auténtico formador de
personas. Los niños aprenden continuamente de sus padres, no sólo de lo que
éstos les cuentan sino, sobre todo, de lo que ven en ellos, cómo actúan, cómo
responden ante los problemas. En definitiva, los niños observan y copian el
proceder de sus padres ante la vida.
La auténtica educación en valores, más que enseñarse se transmite,
pasa de los padres a sus hijos desde el mismo día del nacimiento hasta el final
de la vida. No obstante, tiene una importancia relevante durante los primeros
años.
Hasta los seis o siete años de edad los niños poseen una moral denominada
"heterónoma", es decir, que su motivación para hacer las cosas de una
manera u otra es responder como papá y mamá desearían: lo que dicen los padres
son "verdades absolutas"
Conforme se hacen mayores van comprendiendo mejor por qué es importante
actuar de cierta forma y no de otras, pero siguen guiándose por lo que ven en
casa, especialmente hasta los doce años. De ahí la tremenda importancia de
educar a los niños a través del ejemplo para desarrollar una educación cívica.
Haz lo que yo hago
Todos tenemos en la mente una idea de cómo nos gustaría que fuese la
sociedad, en qué mundo queremos que vivan nuestros hijos: un sitio limpio, en
el que las personas se ayuden y respeten, donde todos tengamos los mismos
derechos... Después salimos a la calle pensando en el trabajo, la compra, la
ortodoncia del niño y se nos olvidan todos esos buenos propósitos. De pronto
queremos ser los primeros en salir del metro, nos molesta ese coche despistado
que enlentece la circulación, se nos olvida dar los buenos días al vecino... y
así, día tras día ante la mirada siempre atenta de los niños que, ya se sabe,
lo absorben todo como esponjas.
Ya hemos comentado que hasta los doce años aproximadamente el hogar es la
principal fuente de valores, derechos y deberes del niño. Ahora también hay que
decir que hay cosas que difícilmente se aprenden más tarde. Si de pequeños no
nos hemos acostumbrado a guardarnos el envoltorio en el bolsillo cuando no hay
una papelera a mano, a no poner la música muy alta para no molestar al vecino,
a dar las gracias cuando nos hacen un favor o a no insultar a los que son
diferentes, será más complicado aprenderlo luego.
Porque el civismo, el respeto, la honestidad y todos los valores humanos son
en gran medida hábitos, rutinas que aprendemos en la familia de forma
inconsciente y que más adelante llegamos a valorar con la reflexión que permite
la madurez.
Por ello, la mejor forma de transmitir valores, de aprender a vivir en
sociedad, es no aplicar jamás la tan popular frase de "haz lo que yo digo
y no lo que yo hago". Si queremos que nuestros hijos alcancen esa sociedad
tan soñada debemos empezar por crearla nosotros mismos y "hacer lo que
decimos".
¿Qué "hábitos-valores" fomentar?
Seguro que vosotros mismos tenéis la respuesta. Sólo tenéis que pensar
qué tipo de personas os gustaría que fuesen vuestros hijos y actuar en
consecuencia. Como hemos visto, la coherencia entre las ideas que se quieren
transmitir y la forma en que se actúa en casa es la clave principal.
La mayoría de las personas consideramos como nobles los mismos tipos de
valores, sin embargo, a veces es difícil reconocer en uno mismo dónde falla la
conexión entre "creencias" y "forma de ser"
Estos consejos
pueden ayudarte a reflexionar sobre ello:
- Si queréis que vuestro hijo sea una persona razonable, razonad con él desde el primer día. No utilicéis el "porque yo lo digo" Lógicamente habrá muchas ocasiones en que tengáis que ordenarle las cosas, pero siempre podéis argumentarle el motivo.
- El respeto donde primero se observa es entre los padres. Las decisiones en la pareja deben ser siempre compartidas. Si discutís hacedlo de forma tranquila, sin recriminaros. Saber vivir en sociedad es saber aceptar distintas opiniones.
- Los estereotipos donde más se fomentan es en el hogar. ¿Habéis pensado alguna vez cosas como quién guisa en casa?, ¿quién cambia las bombillas?, etc. Tratad de compartir entre vosotros los distintos papeles.
- Si os preocupan las influencias externas pensad que tenéis un arma muy importante a vuestro alcance: vuestros comentarios. Hablad con vuestro hijo sobre la opinión que os merecen las actuaciones de los demás (tanto en positivo como en negativo). Esto es importante, sobre todo, contra la influencia de la televisión.
Comprender ayuda a aprender
Los valores se transmiten a través del ejemplo, pero se asientan con fuerza
gracias a la comprensión de por qué son necesarios. ¿Cómo podemos ayudar a un
niño pequeño a valorar esta importancia? Una buena manera es aplicar la fórmula
de "haz por los demás lo que te gustaría que hiciesen por ti, y no les
hagas lo que no te gustaría que te hiciesen" En otras palabras, colocar a
los niños en la hipótesis de que fuesen ellos los protagonistas de ciertas
actitudes. Es mucho más eficaz para que vuestro hijo os entienda decirle:
"¿Te gustaría que se riesen de ti porque usas gafas?, ¿cómo te
sentirías?", que decirle simplemente: "No debes reírte de Juan por
llevar aparato en los dientes"
Esther García Schmah
Pedagoga y Psicóloga
Nota! Este artículo fue escrito para Solohijos.com y ellos poseen los derechos.
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