El misterio de los ojos rojos

Las personas que tenemos enfermedades, sobre todo si estas son potencialmente peligrosas para la vida, solemos estar especialmente atentas a cualquier cosa fuera de lo normal en nuestros cuerpos ya que podría tratarse de algún síntoma. Cuando el enfermo es un niño o un adolescente este estado de alerta se traslada a los padres.


Cuando yo tenía 12 o 13 años mis padres se percataron un día de que mis ojos estaban exageradamente rojos y mis párpados un poco hinchados (señal de retención de líquidos, como todos los enfermos renales saben) Por supuesto esto les puso en alerta y me preguntaron inmediatamente cómo me encontraba, a lo que yo contesté rápidamente que estaba estupendamente bien y que no me pasaba nada.

Al día siguiente mis ojos seguían igual (o tal vez peor) y mis padres, ya mucho más preocupados, decidieron como buenos y responsables progenitores que lo mejor era ir inmediatamente al médico.

En ese momento las mejillas se me debieron poner muchísimo más rojas que los ojos y con una vergüenza enorme les tuve que confesar a mis padres que llevaba dos días llorando. Pero no, no penséis que me encontraba mal o que estaba triste por mis problemas de salud. Era algo muuuucho más importante para mí. Lo que ocurría es que Jo, una de las protagonistas de la universal novela mujercitas de Louisa May Alcott, había rechazado la petición de matrimonio del bueno de Lauri, del que por supuesto yo estaba completamente enamorada ♥

Y así de fácil fue como se resolvió el misterio de los ojos rojos, que al final resultó ser solo un síntoma de adolescencia. Trastorno que hasta el momento no ha demostrado ser maligno y que se cura por sí solo

Y es que, aunque estemos enfermos, a veces un dolor es solo un dolor y unos ojos rojos, pues solo eso, unos ojos rojos.

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