Es mejor hacer balance de lo positivo

Llega el final de año y toca hacer balance de 2017. Este ha sido el año, con diferencia, que menos he escrito en el blog y me encantaría poder decir que es porque los problemas de salud no han estado entre mis prioridades, pero lo cierto es que no es el caso. 
Un nuevo diagnóstico crónico se ha hecho hueco en mi vida y el último medio año apenas recuerdo una semana en la que no haya tenido una o dos consultas médicas. Durante este tiempo he estado bastante agotada y con pocas ganas de escribir sobre temas trascendentales, de ahí el bajón de artículos en el blog. Prometo tratar el tema cuando esté más preparada y pueda ofreceros información de calidad que sea de alguna utilidad.
Es curioso que en el último año me venía con frecuencia a la mente un viejo refrán español que mi subconsciente modificaba ligeramente: Al enfermo crónico perro flaco  todo se le vuelven pulgas. Y no es que mi nuevo diagnóstico sea grave, pero a veces se cansa uno de que cada año se añada una nueva línea al ya abultado historial médico. A veces uno sueña y piensa "a mí ya me ha tocado bastante, a mí ya no me toca más" pero luego despiertas pones los pies en la tierra y te das cuenta que la lógica dice exactamente lo contrario, que cuantos más diagnósticos (cuanto más escacharrado está el cuerpo) más fácil es seguir sumando.
Pero, ¿quién dice que no se pueda tocar el cielo con los pies en la tierra?
Debo confesar que estaba algo cansada de médicos y quizás algo triste por momentos; entonces he reflexionado sobre el último año, he hecho balance y me he dado cuenta de que las cuentas salen positivas. No solo no tengo nada de qué quejarme sino que tengo mucho que agradecerle a mi suerte. Tengo que agradecer que, pese a todo, mi trasplante sigue funcionando de maravilla, tengo que agradecer que he disfrutado enormemente de mi afición favorita que es viajar, tengo que agradecer que tengo una familia estupenda que siempre está ahí para apoyarme, tengo que agradecer que tengo amigos dispuestos a escucharme y animarme y tengo que agradecer todas esas inmensas cosas que a menudo pasamos por alto: tengo libertad, derechos, alimento, un hogar, un sistema sanitario que se encarga de todos mis problemillas,... Y me he vuelto a dar cuenta (ya lo sabía) de qué bueno es reflexionar más a menudo sobre todo lo que tenemos y no sobre lo que nos falta. Y no pasa nada porque a veces uno tenga las defensas bajas  (broma para trasplantados 😉) y sienta ganas de llorar o de quejarse. ¡Que somos humanos! Pero al final lo mejor es hacer un balance sincero y probablemente veremos que tenemos más cosas que agradecer que cosas que lamentar. 
Hace poco escribí un post en mi otro blog, una carta a mi hijo y sus 15 años viajeros,  que me ayudó a poner las cosas en su sitio. Recordar tantas anécdotas felices, tantos momentos especiales que he vivido desde siempre (y a pesar de todos los diagnósticos) me hace sentir bien, me hace sentir orgullosa (he puesto mucho de mi parte) y me hace sentir afortunada, muy afortunada.
Lo mejor que puedo decir de este 2017 es que ha sido un año en el que el optimismo y la felicidad han seguido siendo mis compañeros de viaje.
Mi deseo para cada uno de vosotros en este nuevo año que está a punto de comenzar es que a pesar de todos los problemas que se os puedan acumular, seáis capaces de encontrar a esos fantásticos compañeros de ruta.

Otros post relacionados:

Comentarios