5 pequeños avances de la práctica médica (4 que he vivido y 1 que espero llegar a disfrutar)

Hace poco leí que se ha inventado una especie de escáner para distinguir las venas a través de la piel. Es uno de esos inventos que estoy segura de que cuando mi hijo tenga mi edad será tan común que las nuevas generaciones ni siquiera sospecharán que hubo un tiempo en que l@s enfermer@s tenían que pinchar "a ciegas".

Este post no es para hablar de esos avances que han encumbrado la medicina de forma espectacular en el último siglo, sino para recordar esas cosas sencillas que también han significado un paso en el bienestar y el confort de los pacientes. Se lo dedico a los que  ya arrastran más de 40 años de enfermedad crónica, que habrán vivido estos cambios al igual que yo; pero sobre todo está escrito para los nuevos enfermos crónicos, para que vean que hasta en las cosas más sencillas, la medicina ha ido avanzando para mejorar la asistencia y hacernos un poco más fácil la vida.
Estos son los 4 cambios que yo he vivido; empiezo por el que me parece más importante, para terminar por el más trivial pero del que también estoy muy agradecida:

1. De vías intravenosas rígidas a catéteres flexibles 
No cuando llegó el cambio, pero por lo nítido del recuerdo intuyo que yo ya superaba la adolescencia. Tampoco sé si se trato de un invento del momento o simplemente del uso extendido de algo que ya existía tiempo antes. Pero recuerdo mi sorpresa cuando en un ingreso hospitalario me pusieron por primera vez una vía flexible para administrarme la medicación. Antes de eso, llevar una vía era lo más incómodo del mundo y era también más doloroso que ahora, no podías mover el brazo por miedo a que la aguja rompiera la vena y la vía quedara inservible.
Hoy en día se utilizan catéteres flexibles muy finitos que pueden adaptarse en gran medida a los movimientos y permiten posturas más cómodas como tener el brazo ligeramente flexionado.
Una aguja que está inserta en el catéter permite su colocación en la vena. Una vez colocado, la aguja rígida se extrae y solo queda el tubo flexible por el que introducir la medicación.



2.  De jeringas de émbolo a tubos al vacio

Todos conocéis los tubos de plástico que hoy en día se usan en las extracciones de sangre. 

Tras insertar la aguja en la vena (de eso no nos libramos de momento), el tubo se clava por el otro extremo de la aguja y como dentro está hecho el vacio, la sangre comienza a fluir y llena el tubo.


Puede que el sistema de tubos lleve mucho 
tiempo inventado (como he leído en algún documento), pero desde luego no se usaba cuando yo era niña. Lo que se utilizaba para la extracción de sangre era la típica jeringa de émbolo.
Y aunque la principal ventaja del tubo al vacio es el menor riesgo de contaminación, ya que la sangre se extrae directamente en el mismo contenedor donde se analiza; lo cierto es que yo como paciente también he notado una mejoría y es que antes, cuando la enfermera tenía que tirar del émbolo para que la sangre saliera, era más fácil que la aguja se moviera y provocara dolor o rotura de la vena.

3. De jeringuillas reutilizables a desechables
Aunque fue en 1956 cuando un veterinario neozelandés, Colin Murcdoch, inventó la jeringa desechable y en 1973 cuando llegó a España de la mano de Manuel Jalón Corominas (ingeniero conocido por inventar la fregona), que la rediseñó y comercializó a nivel internacional; sin embargo, durante mi infancia todavía se utilizaban las jeringas y agujas reutilizables para poner inyecciones. Quien haya nacido en los 70 como yo, seguro que alguna vez ha visitado al "practicante" o él ha venido a su casa, y le recuerda sacando su jeringa de cristal de esa cubeta de metal en la que se ponía a hervir después de cada uso para desinfectarla. No he logrado encontrar el dato de cuándo se hizo obligatorio en España el empleo de jeringuillas desechables en la práctica médica; pero presiento que debió ser en la década de los 80, a raíz del fuerte impacto que provocó la llegada del SIDA. Hoy en día quien recibe una inyección ya solo tiene que preocuparse del pinchazo, pero no de si le contagiaran alguna cosa.

4. Del esparadrapo de tela al de papel
Cuando era pequeña y tenían que hacerme analíticas semanales o cada quince días, odiaba que me pusieran esparadrapo. Quitarlo con frecuencia suponía mayor tortura que la extracción de sangre y como además tenía la piel muy fina, me dejaba de recuerdo un feo y doloroso cardenal en forma rectangular y, para colmo, tenías que andar arrancando los trozos de adhesivo que se quedaban en la piel.  Por suerte la mayoría de las enfermeras respetaban mi deseo de no usarlo y no me lo ponían, con la condición de que yo apretase el algodón el tiempo necesario. 
El otro día leía en twitter una conversación de varias personas jóvenes quejándose (en plan broma) de lo poco que les gustaba el esparadrapo y de cómo dolía quitárselo y yo pensaba "lo que es la relatividad".
A mí el esparadrapo de hoy en día, ese esparadrapo suave, finito, que se puede cortar con los dedos y se despega fácilmente sin dejar restos de pegamento, me parece gloria bendita.
Puede que no sea un invento de los que han revolucionado la práctica médica, pero sin duda el cambio del esparadrapo de tela al de papel ha significado una mejoría para los que estamos abonados a los análisis de sangre. 

Y ahora vamos con el avance del que espero llegar a beneficiarme:

5. De las palmaditas  al escáner de venas portátil 
A todos los que tenemos que realizarnos con frecuencia una analítica o algún tratamiento intravenoso nos han hecho alguna vez una escabechina. Da igual la cantidad de palmadas que la persona que tiene que pincharte te propine en el brazo, a veces, las venas simplemente no se aprecian. En una ocasión en urgencias, poniéndome una vía, me provocaron una flebitis (inflamación de la vena) que me ocasiono más de dos semanas de intenso dolor en todo el brazo. Esa ha sido la experiencia más reseñable, pero luego están la multitud de ocasiones en que me han tenido que pinchar dos, tres o hasta cuatro veces o que la vena se ha roto provocando un enorme hematoma. No digo que eso sea lo normal, la mayoría de las veces me han pinchado bien, pero en 40 años una ha vivido casi de todo en los hospitales; por eso un avance que espero disfrutar sin tardar mucho es el scáner para visualizar las venas, que facilita a los sanitarios encontrar el sitio perfecto en el que pinchar para sacar sangre o poner una vía. 

 

¿Recuerdas alguno de los cambios que comento? ¿Has vivido otros diferentes? Anímate y cuéntanos qué pequeños avances has experimentado tú a lo largo de tu experiencia médica.

Comentarios

  1. Me ha encantado el post.
    Conmigo los tubos al vacío los empezaron a utilizar al tener que pedir mil cosas cada vez, y hoy que he ido para poco por otra cosa y me ha extraído la sangre normal, ¡sí que he notado la diferencia!

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    1. Sí, otra de las ventajas de los tubos al vacio es que ya traen incorporados los aditivos necesarios para las distintas pruebas (por eso los tapones de colores) Me alegra que corrobores mis recuerdos de que con jeringa de émbolo era peor :)

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  2. Me he sentido muy identificado:) Al final los pequeños inventos son los que te hacen la vida de paciente más llevadera.

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    1. Cierto. No son tan importantes como descubrir nuevas medicaciones, mejorar las técnicas de diagnóstico o el tratamiento, pero son las que más fácilmente apreciamos a primera vista los pacientes.

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